Alcé la vista de mis pensamientos y vi una casa corriente con
un tejado de madera y dos ventanas azules. Pude ver como una mujer lloraba y un
perro la miraba, también vi un niño jugando con una pistola de juguete.
El tiempo no es continuo y menos aún el tiempo de los
cuentos, hoja que pasas ideas nuevas que conoces, capitulo que avanzas te
invita a la reflexión creada por tu propia imaginación, sabiendo que si la
respuesta no la encuentras en ese libro, siempre podrás comprarte uno nuevo.
Seguimos caminando en silencio, caminando durante horas,
como si nuestros pensamientos fueran lo más importante como si las cosas que
pasan fuera o los pensamientos de otra gente no tuviesen el mismo valor. Pero
sí lo tienen, lo tienen para ellos mismos.
La dejé al amanecer, la calle estaba en silencio, sólo había
un gato y unos niños jugando. Los niños se asustaron del animal pero entonces apareció
su dueño y les dijo; no os fiais de un gato indefenso pero en cambio confiáis en
las personas que pasan por la calle, en mi por ejemplo. Entonces enseguida recordé
su olor, el olor de la chica más dulce que había conocido y pensé ¿podrán ser sus enormes ojos azules los causantes de mi dolor en algún día? ¿podré fiarme
de ella? Y los niños... ¿podrán fiarse de ese señor? ¿y de su gato?
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