martes, 8 de mayo de 2012

La Animación en la Comunidad

Democratización Cultural VS Democracia Cultural


Todos hemos visto alguna vez jóvenes prometedores que dan el salto a la fama en las distintas cadenas de televisión y al cabo de los años terminan sus carreras hundiéndose en lo más hondo y pasando a ocupar funciones “descualificadas” para vivir. Un claro ejemplo lo tenemos en Operación triunfo (también conocido como OT) fue un concurso para formar cantantes emitido desde el 2001, primero por TVE y luego por Telecinco. En este programa, una serie de concursantes demuestran semana tras semana sus capacidades como cantantes en una gala en directo un día a la semana. Este concurso ha contado con ocho ediciones de las cuales han salido 142 artistas. Este programa ha sido criticado por ser un "reality-show" donde nos muestra la vida de los concursantes durante 24h. Además, también existe una polémica en cuanto a la elección de los participantes, en su mayoría jóvenes, y los estilos musicales que se fomentaban en el programa, en este caso pop y similares, creando un estilo puramente comercial, dirigidos expresamente a un público joven.

Los defensores de este programa afirmaban que se le daba una oportunidad a la gente joven y poco reconocida para triunfar en el mundo de la música, pero lo que nos tenemos que replantear es; ¿Cuántos de estos concursantes han triunfado en el mudo musical? Lo más seguro es que nos vengan muchos nombres a la cabeza pero no lleguemos a decir más de 10. La mayoría de los concursantes finalistas contaban con la oportunidad de crear un disco es solitario llevado a cabo por la compañía discografía “Vale Music” (actualmente renombrada “Universal Music Spain”). En esta compañía a la mayoría de los concursantes les componían las canciones y creaban una imagen del cantante comercial para intentar tener éxito en el mercado musical. Estos concursantes tenían la esperanza de conseguir elevadas ganancias y un excelente puesto de trabajo. Estas políticas culturales son un signo claro de una “democratización cultural” donde se intenta fomentar un contexto de oferta-demanda activado por las industrias culturales y los medios de comunicación. Además de posibilitar mediante el consumo los productos y bienes culturales.

Esta situación nos hace reflexionar sobre hoy en día. El arte y la cultura en general se encuentra bajo la supervisión del estado en instituciones como el teatro, los museo, el cine, los recintos cerrados...de los que solo una minoría de la población pueden acceder, ya sea por su nivel económico o bien porque no disponen de tiempo dentro de sus horarios de trabajo o casa.

Somos poco conscientes de la información que proporcionan los medios de comunicación a la sociedad acerca del arte y la cultura, puesto que se trata de una información prácticamente nula, y tienden a mostrar un único camino cohibiendo así la libertad de pensamiento y expresión.

Por otro lado nos encontramos una situación muy distinta en el arte callejero (el arte de las calles). Gracias a este arte podremos sentir, soñar y participar de manera activa y pasiva un arte distinto aislado del arte puramente comercial y centrado más en una “democracia cultural”, gracias a este arte podemos disfrutar como público-actor de la realización de este, donde se posibilita el desarrollo personal y comunitario como forma de expresión para todos en una sociedad donde según Poujol “la apariencia” tiende a aplastar “la esencia”. En esta sociedad como nombra en su texto Jean-Claude Gillet no necesitamos a animadores socioculturales que segmenten la cultura dividiéndola para depender de nuestro acceso a ella o de la capacidad económica de cada familia, sino todo lo contrario el arte tiene que ir dirigido a toda la sociedad para hacer un disfrute de este sin necesidad de pensar en aquello que se quiere conseguir, para simplemente hacerlo porque si. El arte podría de este modo entenderse como un fin en sí mismo no para nadie ni para nada.

Desgraciadamente hoy por hoy el arte en las calles está encarcelado (un ejemplo lo tenemos en la medida tomada por Gallardón en la Comunidad de Madrid en 2011 Link: http://www.elpais.com/articulo/espana/oposicion/critica/ordenanza/ruido/Madrid/dura/cacicada/autoritaria/elpepuesp/20110207elpepunac_31/Tes ) y la cultura parece haberse privatizado tanto que da la espalda a quien realmente siente deseos y placer de disfrutar de las diversas formas de hacer arte.

Vemos el arte callejero como un mundo desigual al propio arte, no valoramos el esfuerzo de las personas que lo llevan a cabo, porque inevitablemente mucha gente se equivoca al pensar que están ahí porque no son suficientemente buenos artísticamente como para llegar más lejos. Pero no olvidemos que las calles son puntos de encuentro entre personas y consiguen enriquecer las experiencias y el aprendizaje de un modo mucho más productivo.

La gente no se para a pensar que el graffiti es una cultura de protesta de expresión libre y de reivindicación; que la mímica nos puede llegar a trasmitir sentimiento sin palabra; que la música no es solo una clave de sol para los niños, ni una simple partitura escrita, es un mundo de evasión y experimentación; que el malabarismo es una forma de vida y no solo se encierra en los circos; que el teatro no solo se crea en escenarios, somos actores cada minuto de nuestra vida; finalmente decir que la pintura es el reflejo de la vida misma.

En conclusión, la diferencia es clara si tenemos en cuenta que gracias a otras formas poco convencionales de hacer arte se puede por los medios que uno disponga llegar a crear arte y no a producirlo en el sentido en que alguien en cierto momento confíe en ti, puesto que esa apuesta decaerá. Tú eres el mayor responsable de lo que haces y el arte ha de ser un trabajo para ti mismo no para que te valoren positiva o negativamente conforme a ello.

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