domingo, 22 de abril de 2012

LIBERACION DE LIBROS



En mi memoria no encuentro el recuerdo de la primera vez que pude maravillar la presencia de mi madre leyendo uno de sus libros. Lo que sí puedo recordar, pues se parece mucho a la imagen de hoy en día, son sus mismas ganas e ilusión por la lectura que sus gestos parecen revelar desde siempre. Aún cuando paso por la librería junto al salón de mi casa, puedo palpar el aspecto igualable de los libros de hace años; los cuales siguen tomando forma en el mismo lugar, creando así su pequeño hueco en esta casa y dándole un toque especial de fantasía y realismo a las cuatro paredes que componen nuestro acogedor salón.
Hace unos días, no pude evitar sentarme junto a ella y buscar ansiosamente una respuesta del motivo de disponerse a leer más de dos veces el mismo libro. Obviamente, como acostumbra mi familia antes de darme una de sus respuestas, pensó haciéndose el silencio; se trata de poder vivir la historia con sensaciones diferentes respondió ella...Estas palabras permitieron iniciar una agradable conversación en la cual yo defendía la esencia de que ojala el libro que terminas y acaba por convertirse en tu favorito jamás lo hubieras tenido entre tus manos para así experimentar las mismas vivencias que sentiste cuando lo leíste por primera vez...Ante mis palabras, ella se dispuso a recordar viejos tiempos de su adolescencia en Francia añorando la original idea del intercambio de libros que se hacía en los espacios públicos. Ese mismo día empecé a aventurarme por el mundo de la red y pude conocer que además supone una práctica típica en ciudades españolas como Barcelona.
El intercambio de libros conocido como movimiento “bookcrossing” invita a dejar abandonado un libro en cualquier lugar público para compartir así el afán de la lectura con otras personas, que nuevamente deberán ponerlo en circulación. De esta forma, no solo se promueve un sentimiento de participación masiva sino que utilizamos el arte de la lectura y al mismo tiempo la cultura de los propios libros como herramienta para hacer llegar a otros el contacto con otras lenguas, procedencia, géneros...libros como verdaderos tesoros de vida propia. 
No suena tan utópico como parece, pues supone convertir las calles en bibliotecas gigantes que vendrían acompañadas de una transformación social a la hora de disfrutar de la lectura en parques, bancos, estaciones de metro...sin la necesidad de estar sujetos a espacios cerrados; y no solo eso, además nos permitirá vivir sin la presión de terminar un libro hasta una determinada fecha como bien marcan las bibliotecas. 
Esta nueva forma de pensar el arte de la lectura permite apostar por los propios lectores como verdaderos protagonistas, que se encargarán de manera activa de acercarnos a lo novedoso, recomendado... evitando estancarnos en determinados libros poco actualizados para no solo incrementar los índices de hábitos de lectura, que en definitiva supone solo cantidades, sino disfrutar de manera diferente de un libro en el momento que caiga en tus manos. En parte, tiene que ver con cierta responsabilidad y curiosidad ciudadana el encontrarte con libro de estas características y poder hacer un disfrute de él sin la necesidad de pagar nada. Y es que resulta cada vez menos raro que las personas no puedan encontrar o costear determinados libros, por lo tanto este movimiento traería consigo una iniciación al mundo de la lectura para que los ciudadanos terminen encontrando su propia razón de querer empaparse de libros que de manera enigmática acabaron allí por algún motivo. 

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