domingo, 25 de marzo de 2012

Muerte y vida de las grandes ciudades






Jane Jacobs fue una divulgadora científica, teórica del urbanismo y activista político-social canadiense. Defiende un modelo que se aleje de las consecuencias que la modernidad en nuestros días trae consigo, de una ciudad no compactada en la cual las relaciones son frías, rechazadas e incluso vulneradas. Para este modelo propondría la seguridad basada en la confianza y el conocimiento entre todos los vecinos de una misma ciudad. Sin embargo, la seguridad hoy en día no es sinónimo de intimidad, la existencia de cámaras de seguridad, los móviles...invaden nuestros mundos ¿Qué supone esto? Vivir bajo la presión de un presente que necesita ser vigilado para así vivir en el miedo, coacción y en definitiva alejados de la libertad. Las cámaras de seguridad en realidad se convierten en cámaras de vigilancia, ya nos predisponen a desconfiar en el otro, los móviles suponen tener controlado al otro, por donde se mueve a donde va y hacia donde circula. Lo que podría nombrarse como el sonado abucheo que en millones de manifestaciones cívicas parece reprocharse “mucha policía, poca diversión”.
Hoy en día es impensable un mundo sin control, pero debemos repensar desde donde parte esta acción que parece ejercerse sin saber lo que ella implica, pues nuestras prácticas son moderadas desde arriba, pero en ningún sentido parte desde nosotros mismos. Parecemos alienados a una ciudadanía, en donde nuestras capacidades y elecciones siguen siendo manejadas.
En el caso de países desfavorecidos el control a penas parece ejercerse, quizá porque lo que allí se da no interesa ser vigilado, puesto que los escasos efectos de la globalización allí apenas pueden ser aprovechados.
Por tanto, la existencia de espacios públicos ayudaría a la creación de vínculos entre los ciudadanos. Crear vínculos sugiere estar en confianza, y esta se formará con el tiempo, a partir del contacto no calculado sino causal entre las personas en dichos espacios. La falta de esta es un desastre para la ciudad, generaría un egoísmo por parte de las personas afectando así a las calles y a la formación de “gente anónima” preocupada solo de sí misma. Se trata de un modelo que no se genera con las implantaciones de normas por parte de la autoridad o normas cívicas, vivir bien no significa mantener un orden que parta desde arriba, sino a través de la creación de espacios públicos donde a gente pueda compartir sus pensamientos y formas de pensar para mejorar la vida en sociedad.
En estos espacios se aprende a mediar, ceder y reconocer a las demás personas que forman la comunidad tanto sus diferencias como necesidades. ¿Si tantos beneficios traen consigo, que es lo que impide el contacto?
La vida moderna no limita dichos espacios, pero si impide que en los mismos se consiga la cercanía, puesto que los espacios son poco pensados y adecuados para que en ellos surja. Ante la falta de estos el contacto se vuelve pobre, y es que la segregación y discriminación finalmente afloran.
La relación de las personas con los espacios públicos facilita la sociabilización y eliminan el miedo que la gente tiene en su comunidad. Jacobs aporta unas claves para que los supuestos ciudadanos puedan empezar a tener contacto con sus vecinos, ello ayudará a la gente a sentirse cómoda en los espacios públicos, aportándoles al mismo tiempo unos beneficios en su desarrollo como persona.
Un elemento clave dentro de las ciudades es el tejido comercial es decir, tiendas, negocios, comercios..., ya que para que la gente se sienta segura dentro de la ciudad, tiene que ser vista y oída en los espacios públicos. Otro elemento clave es la planificación de la ciudad, entendida como la forma de organización de la misma, donde esta planificación se abordará según las necesidades de los ciudadanos que allí residen y de las propias relaciones existentes entre ellos. Sin embargo, una ciudad hoy por hoy es una urbe globalizada, en la cual los espacios tienden a ser los mismos, frecuentándolos usuarios del mismo lugar pero que ni siquiera se conocen.
Los McDonald se ubican en cualquier ciudad del mundo, pero no es un espacio dedicado para la interacción, sino dedicado a la entrada y salida de personas, donde el que pasó por allí no habrá sido capaz de quedarse con algo de ese tránsito de la ciudad que aunque no lo parezca también es suya.
La planificación tradicional dirigida desde arriba (el estado) sigue sin tener en cuenta las necesidades de las personas y las experiencias que ha tenido el lugar (que proyectos han funcionado y cuales han creado conflictos sociales). La planificación de la ciudad ha de darse desde las necesidades y experiencias de la población (desde abajo) hacia el estado (hacia arriba). Lo idóneo sería que la planificación se realizara entremezclando los centros de trabajo de los padres y los establecimientos comerciales para conseguir una educación en sociedad.
No debemos olvidar que a la hora de planificar la ciudad tenemos que crear espacios donde la gente pueda dar vida a estos, de lo contrario se convertirán en espacios vacíos que terminarán así por degradarse y convertirse en espacios deshabitados, a la vez que temidos y peligrosos. Un ejemplo de ello son los parques, dependiendo del uso que se le dé al parque y de las necesidades que los niños presenten, se ocupará o no ese espacio.
Sin embargo, una acera animada presenta aspectos positivos para el niño tan importantes como pueden ser la protección y seguridad. Estos necesitan las aceras para practicar toda serie de deportes, ejercicios o habilidades físicas que llevará al menos a su desarrollo y al contacto de estos con los adultos que les enseñarán aprendizajes de la vida para alcanzar un aprendizaje en sociedad. A la vez las aceras deberán ser lugares amplios puesto que proporcionan seguridad a sus ciudadanos, sirviendo como vida pública y como educación para los niños. Será así como los “futuros” ciudadanos podrán interactuar con el entorno, donde se pasará de actividades muy planificadas (colegio) para educarse en otras que se alejen de la programación rígida por ejemplo, en su tiempo de ocio. Una vez que el niño crece, las actividades no planificadas que se hacían anteriormente van cambiando y evolucionando hacia nuevos intereses, pero aquello que no cambiará será los beneficios que esa interacción tiene para los niños en la sociedad.
Tonucci en su libro “La ciudad de los niños” nos critica del mismo modo, la forma en que las ciudades estaban estructuradas, y mencionaba la importancia de una ciudad planificada entorno a las necesidades de los niños.
Programas como “bus a pie” o “cien pies” tienen mucho que ver con la idea de ciudadanía, ya que por un lado se favorece un mayor conocimiento de la ciudad por parte de los jóvenes, pero por otro se combate el sedentarismo, se mejora las relaciones entre los jóvenes y se evita el número cada vez mayor de niños que van en coche a las escuelas. Estos programas resultan de gran interés si tenemos en cuenta que en los últimos años todo ello se ha incrementado no solo en las zonas urbanas sino que en las rurales también ha adquirido forma. La razón de este acto cada vez más frecuentado y apoyado por los padres se justifica con la escasa seguridad que existe en las zonas. Los padres empiezan apartando a sus hijos de la calle porque creen que esta es un peligro, y terminan por apuntarlos a campamentos o actividades deportivas donde creen saber que sus hijos estarán más seguros.
Hoy en día no resulta nada raro el amplio número de niños apuntados a actividades extraescolares, sujetos por tanto a un horario apretado donde se termina reduciendo el tiempo libre del niño, las relaciones de este con sus amigos o familiares, sus tiempo de ocio...
Estas actividades aportan innumerables ventajas para la educación de los niños y sirven como forma de complementación en el colegio, pero a veces resulta excesivo llegando incluso a situaciones estresantes que quitan tiempo para otras igualmente necesarias en su desarrollo.
Los padres apuntan a sus hijos a esas actividades porque no quieren que se pasen horas sin hacer nada para que así estén entretenidos, y a la vez los mantengan fuera de la calle porque estos lo ven como un sitio peligroso. Incluso muchas veces los padres apuntan a los niños a actividades que a los padres les hubieran gustado hacer. Con esto lo que estamos consiguiendo es una estricta planificación de los días de los niños desde que se levantan hasta que se acuestan, con la finalidad de que el niño no esté parado y esté haciendo algo en todo momento. Los padres ignoran que la ciudad es una fuente de conocimiento y experiencias que los niños necesitan para formarse y aprender lo que es la vida social. Con esta planificación máxima del adulto hacia el niño lo que estamos haciendo es robarle su intimidad, por eso es normal que busque sus momentos de ocio e intimidad cuando encuentra la oportunidad.
Los videojuegos son un claro ejemplo, los niños quedan condenados en sus casas a una práctica virtual que parece alejarse de la realidad, pero de la cual son dueños. Este entretenimiento les hace sentirse partícipes, ser ellos, tomar decisiones algo que en sus casas y en la ciudadanía no pueden ejercer como tal. De este modo, sus padres asumen los riesgos de dichos juegos como una falta de tiempo, que se aleja de lo educativo, pero al mismo tiempo supone un alivio para los mismos, ya que sus hijos encuentran en sus casas seguros y al mismo tiempo sumisos.

¿Cómo rompemos con esa planificación máxima que tenemos hacia los niños?

Tal vez la respuesta a esta pregunta sería dar al niño la capacidad de elegir lo que quiere hacer y lo que no dentro de unos límites pedagógicos marcados, es decir, proponerle múltiples elecciones donde él puede elegir lo que quiere y cuando quiere hacerlo para que tenga el derecho de llevarnos la contraria y poner esa idea en juego. No siempre hay que obligar al niño a hacer algo, hay que darle el derecho a poder elegir y si no quiere hacer nada tenemos que trabajar ese “nada” para llamar su interés y que realmente lo que quiera hacer lo haga porque realmente le gusta y no porque tiene la obligación de hacer algo.
Los padres se tienen que replantear en todo momento cuanto tiempo quieren que el niño le dedique a esas actividades para no sobrecargarle y tener siempre presente que el niño tiene que dedicar un tiempo a jugar sin otras responsabilidades para que pueda interactuar con personas de diferentes edades en la ciudad, interactuar con su entorno le producirá ventajas en su educación como cualquier otra actividad. Además hay que elegir las actividades que sean más acordes a su personalidad para que vayan con ilusión y motivación y no se convierta en una obligación.


Noticia sobre los dos proyectos “Bus a pie” y “Cien pies”
http://www.diarioinformacion.com/alicanti/2010/06/08/adios-autobus-escolar-colegio-piebr/1016886.html

http://www.yorokobu.es/cien-pies-un-proyecto-para-recuperar-el-habito-de-ir-al-colegio-andando/

Padres y actividades extraescolares de los niños:

http://www.padresonones.es/noticias/ampliar/697/actividades-extraescolares-estresamos-a-los-ninos%3F

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