viernes, 23 de marzo de 2012

El espacio público como ideología


“Me gustaría hablarte un poco de mi, de mis recuerdos, de mis sueños, de aquello que añoro, de todo lo que me hace no sentirme reconocido por la gente del lugar. No recuerdo muy bien cuando empezó todo, en realidad no recuerdo si este sitio fue alguna vez muy diferente de cómo lo es ahora, lo único que recuerdo es llevar aquí demasiado tiempo al servicio de la gente tanto de los que lo desean como de los que pretenden destruirme, de aquellos que no me valoran o simplemente me ignoran. Se trata de gente muy diferente, gente con la que es difícil cederles mi hogar y otros con los que es muy agradable hacerlo, aun así son pocos los que se han parado a rendir cuentas de mis derechos, o de mis deseos; los que tienen en cuenta lo que me gustaría ser y para lo que en realidad estoy con ellos. Pero la realidad es que me toca convivir con todos.

Para acercarte más a mi historia, empezaré a hablar de lo que ha producido importantes cambios en las generaciones, aquello que ellos denominan educación:

Tengo que decir que la educación me ha beneficiado en muchos sentidos, ya que ha conseguido aportar; civismo, urbanidad, buenas prácticas, participación, consenso… Sin embargo observo que a través de esto existen grupos de personas que lo utilizan para acciones que nada tienen que ver con esos principios, aunque lo pretendan maquillar como tales.

Lo que he podido percibir durante todas las generaciones ha sido una especie de batalla urbana y humana, donde parece ser que la única forma de obtener cambios es la desobediencia al sistema y no por medio de la propia educación. Observo edificios con pintadas en contra de ese sistema, hacia el gobierno, el Estado, también observo a personas saliendo a la calle por reclamar sus derechos, pero también me doy cuenta que existen edificios destinados a la educación y por eso me pregunto muchas veces ¿Qué es lo que falla? ¿Qué no se hace bien dentro de estos sitios? Pero a fin de cuentas parece que la realidad en la que se ven sumergidas estas personas es mucho más compleja y depende de numerosos factores e intereses. Y bien es cierto que este lugar nunca ha dejado de moverse por esos intereses, por el egoísmo de todas las personas que hoy en día giran en torno a algo que ellos llaman dinero.

La paradoja es que las personas encargadas de la educación deben convertirse en cierto modo en revolucionarios; ya que a través de la acción se puede mejorar al individuo, la ciudad y así a la sociedad.

Por eso me pregunto si es necesario llegar a la desobediencia, a la revolución, para que los obreros de este lugar dejasen de estar dominados en este tablero. Ya que son guiados por los planes que traman gentes de las élites, que se suponen que velan por su seguridad. Estos últimos suelo verlos pasear con sus lujosos coches, con prisas y casi nunca suelen prestarme parte de su tiempo, ellos reciben el nombre de clase dominante. Estos grupos apoyados por el Estado camuflan sus discursos, dependiendo de lo que reclame el momento histórico, pero siempre lo hacen para ganar, un discurso que pretende sensibilizar pero con fines perversos. Por esto me gusta hablar de juego en el que la otra mayoría, los obreros optan por guiar su educación entorno a una ideología que, independientemente de la que sea, se dejan dominar por la imposición de esos discursos, sin que parezca importarles la realidad de sus intenciones. Pero una ideología que para algunos se basa en hacer el bien, para otros consiste en buscar beneficios y para otros es una máscara que utilizan en su beneficio. Ante la creencia errónea de que los jóvenes son más fáciles de cambiar, existe su fuerte ideología ciudadanísta, en la que mi función cobraría especial importancia 

Quedando sometidos por un control de poblaciones que pretenden controlan sus movimientos; satélites y cámaras de seguridad, campañas de civismo etc. Este juego de poder genera diferencias en cuanto a estas personas que son definidas y marcadas por el estatus social; lo paradójico de esto es que todos conviven de acuerdo a una democracia, pero objetivamente veo que no es igual para todos y ni a todos se les exige lo mismo. Por la parte que me toca, decir, que no sé si me gusta que se construyan iglesias donde se prefiere ayudar a las personas de dentro, las que no parecen necesitarlo, que al vagabundo que está fuera. Por eso me pregunto en varias ocasiones ¿hasta qué punto se tiene en cuenta lo que deseo? Ya que yo busco ceder los mismos derechos a todos los habitantes y sin embargo son ellos los que se reparten los privilegios.

Para que tales desigualdades quedasen abolidas, parece ser complicado ya que la identidad real o atribuida de ciertos individuos los coloca en excepción con el resto. Aunque por otra parte escucho un sinfín de; slogans, refranes, canciones, frases hechas y ojeo pancartas, pintadas que me devuelven en gran parte la ilusión, como; “la unión hace la fuerza” Pero de vuelta a la realidad y en la práctica ¿realmente lo llevan a cabo? Lo que puedo ver es que cada vez aceptan más reacios el hecho de ser dirigidos o mandados por alguien, lo que genera esa actitud es que impide el liderazgo de ciertos individuos que están preparados para determinadas situaciones y que cuando es necesario y un derecho el ser iguales ceden ante la dominación de las clases más altas. O dicho de otra manera, se enfrentan con los que de una manera u otra son los débiles o con los que “pueden”.

He podido comprobar que estas gentes necesitan estímulos (optándose ahora por los centros comerciales) y soy consciente que también influye la conexión entre las zonas y la división en la que en el centro suelen situarse las clases altas con tantos centros comerciales donde mi papel cobra poca importancia. Y por otro lado los suburbios, que reciben connotaciones negativas y curiosamente es dónde las personas hacen más uso de mí y mis posibilidades.

Pero la verdad es que siempre estoy dispuesto a recibir a niños que me hagan compañía con sus risas, sus juegos, sus carreras… me divierten. En cambio detesto que me ensucien con envoltorios de tabaco, botellas vacías, bolsas, embases etc. pero sobretodo no soporto su dependencia de los coches. Me gustaría ver qué valores como ciudadanía cobrasen cada vez mayor sentido, junto con el de igualdad, universalidad o democracia. Para o que existiesen usuario practicando los derechos que hacen o deberían hacer posible el equilibrio entre un orden social desigual e injusto y no dejándose llevar por los dominantes o las propias masas.

Para finalizar añadir, que a pesar de todas las cosas que no me gustan de mis inquilinos, me gusta apoyarme y confiar en su razón, ya que gracias a ella también han realizado cosas magnificas. Pero por mucho que me maltratéis siempre estaré ahí o lo que dejéis de mí es vuestra elección lo que queréis que sea.

Fdo. Espacio Público

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